Buenos días familia

Estoy feliz! :-) Estoy triste! :-(

Cuántas veces hemos dicho a los niños que no “es bueno” o que no “deberían” decir o sentir alguna cosa “mala” acerca de sus hermanos, de sus amigos o de algún miembro de la familia. Tenemos que empezar a pensar en qué, aunque todos nosotros experimentamos emociones que podríamos calificar como “buenas” y otras como “malas”, no debemos olvidar que solo se trata de una clasificación (¡o incluso invención!).

Sentir alegría. Sentir tristeza. Ambas son lícitas. Cualquier emoción debería hacernos sentir bien, al fin y al cabo somos humanos. Si andamos un paso más nos encontraremos con la educación emocional. ¿Por qué hemos sentido eso? ¿Por qué eso me ha molestado tanto de esa persona? ¿Por qué me siento triste hoy? Este ejercicio no sólo es únicamente para adultos sino es aún más beneficioso para los más pequeños.

De la misma manera que en nosotros la falta de expresión de esas opiniones o sentimientos genera en nosotros un malestar a ellos también les ocurre lo mismo. Acostumbramos a decir “¡hoy está raro!” o “no sé qué le pasa” y aunque somos los que más conocemos a nuestros pequeños no nos paramos a hablarlo con ellos, a darle la importancia que tiene y a preguntarles.

Desde mi punto de vista, desde lo que he podido ir aprendiendo estos años, y teniendo en cuenta que todavía me queda un largo camino por recorrer, me apetece compartir con vosotros algunos consejos que os pueden ayudar a trabajar la educación emocional de vuestros hijos:

-Poneros en lugar del niño, ya que a veces actuamos según nuestra conveniencia. (¿cómo no se va a enfadar cuando salimos de casa corriendo sin haber tenido tiempo de desayunar y estamos todos nerviosos porque llegamos tarde al colegio?)

-Preguntadles y escuchad. Adivinar sobre los niños siempre resulta complicado.

-No les reprochéis si tienen emociones “negativas”. Preguntadles “¿por qué?” para que las identifiquen y las canalicen: Sin juzgarles, para que se sientan queridos igual aunque tengan esas emociones (muchos niños se piensan que si no hacen las cosas que los adultos queremos los vamos a dejar de querer… ¿es eso justo?)

– Premiad sus buenas actitudes pero no de una forma material, sino la motivación siempre será externa. Pruebe con compartir un rato de juego, con un paseo, una tarde de cosquillas, etc.

Cada familia es un mundo, y cada uno de los niños tiene algo que enseñarnos. No me gustaría que hoy este post se quedara simplemente en mi reflexión. Así que os animo a que compartáis con nosotros algún pensamiento o emoción que vuestros hijos os hayan comunicado. Preguntadles qué cosa les ha hecho estar felices en el día de hoy (o tristes), ¿por qué? ¿Qué van a hacer para solucionarlo? ¿Cómo se han sentido? Me encantará leer y aprender con vuestras aportaciones.

Esther

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