¿Cuántas noches nos han pedido nuestros niños que les leamos un cuento? ¿Cuántas veces hemos repetido el mismo cuento y nos han seguido pidiendo una y otra vez el mismo? ¿Qué se esconde detrás del placer que siente el niño al escuchar un cuento?
Pensemos como adultos. ¿Cómo entendemos mejor las cosas? Esta pregunta me lleva a recordar al famoso Jorge Bucay, al que muchos hemos leído. “Déjame que te cuente” nos decía en uno de sus libros o nos regalaba “Cuentos para pensar” en otro de ellos. De forma indirecta, los cuentos hacen que nos identifiquemos con lo que sienten los personajes, con sus problemas, con sus historias y que las vivamos como propias, reflejándonos en cada una de ellas. Nos ayudan a conectar con los sentimientos más íntimos, con aquello que emocionalmente sentimos pero que muchas veces nos es difícil expresar a través de palabras.
Imaginaos los niños. Todavía tienen menos vocabulario que nosotros. ¿Cómo pueden expresar todo lo que les pasa por dentro si no saben exactamente qué les sucede? Les cuesta horrores. Los cuentos les ofrecen vías de escape para identificar-se con todo tipo de emociones: con el miedo (¡el lobo aparece de repente y se come a Caperucita! ¡Oh! ¡No!), con la valentía (¡llega St. Jordi y mata el dragón con su magnífica lanza! ¡Bien!), con el amor (el príncipe salva a Blancanieves con un beso de amor, ¡qué bonito!), con la tristeza (a Hansel y Gretel les abandonan sus padres en el bosque… ¡pobrecitos!) y con muchos otros sentimientos que les ayudan a crecer emocionalmente. Así, desarrollan empatía con lo que les pasa a los niños que les rodean. ¡Cuantas más emociones pongamos a su alcance más aprenderán! Y todas las emociones son buenas, incluso la tristeza, la rabia o el miedo. Éstas también les ayudaran, y mucho, a gestionar sus emociones des de pequeños.
La repetición les da seguridad. Ya saben lo que va a ocurrir, y la mayoría de veces saben que la historia acaba bien. Así que desean volver a escuchar ese cuento que, a pesar que les haga pasar miedo, saben que tiene un final feliz.
Al acabar, una sonrisa se dibuja en sus caras, como si fuera la primera vez que conocen el final del cuento. Solo con mirarles, solo con contemplar esa expresión de satisfacción nos es imposible negarles el volver a empezar de nuevo. ¡Vamos allá! “Había una vez…”
Comentarios
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que chulo
Me encanta contarle cuentos a mi hijo pequeño, el que más le gusta Hansel y Grettel, claro que lo hemos modificado a nuestro antojo, pero bueno sigue siendo un cuento precioso. Pues bien últimamente estoy tan cansada cuando nos vamos a la cama que soy yo la que me duermo primero y escucho como mi peque de cuatro año sigue contándome el cuento él solito y entre sueños le oigo como acaba.. «Que te lo pases bien durmiendo mami y que sueñes con los angelitos». Esto no tiene precio….