En una sociedad que necesita de siempre renovados estímulos externos, como ésta en la que nos toca vivir, el adjetivo ‘rutinario’ es, con frecuencia, un sinónimo de agravio. En una sociedad que subestima la pausa y la constancia, el adjetivo ‘monótono’ es considerado, con seguridad, el peor de los pecados o, al menos, nos hemos dejado convencer de eso.
Sin embargo, en la vida normal de una persona, ya se trate de niños o adultos, la rutina es un aspecto fundamental para obtener balance y estabilidad. Incluso oficios tan emocionantes y cambiantes como periodista de la National Geographic o estrella pop requieren de ciertos rituales cotidianos, que por mínimos que sean, traen equilibrio interior.
Es decir, a través de una uniformidad exterior se puede encontrar calma interior. Es con este mismo criterio que, los antiguos griegos, por ejemplo, equiparaban la simetría arquitectónica con la belleza. La búsqueda de armonía es inherente al ser humano y, en este sentido, la rutina diaria es una manera básica de armonizar nuestro entorno y, por consecuencia, nuestro yo.
Así como un niño necesita que se repitan los horarios para las comidas o se establezca la ceremonia de cepillarse los dientes, los adultos también tenemos nuestros redundantes ritos cotidianos: el té de la mañana, la lectura antes de dormir, la lavadora de los sábados…
Si estos pequeños actos rutinarios nos traen un efecto positivo, que puede ser meramente posicionarnos de forma propicia para el resto del día, entonces ¡bienvenidos sean! Y, por ende, es irrelevante que se les pueda colgar la desprestigiada etiqueta de ‘monótonos’.
Los medios de comunicación nos bombardean con imágenes de cambio constante y nos instan a probar nuevas experiencias llenas de adrenalina y emoción. No pasa nada. Los propios científicos afirman que el universo está en incesante transformación y, por tanto, las nuevas experiencias son parte de la vida. Esto no es incompatible con tener y mantener una rutina diaria, siempre y cuando nos ayude a (re)conectar con nuestro equilibrio interno.
¿Cuál es esa rutina que te sirve para tener una base estable (física, mental y espiritual) en tu día a día? Eso lo sabes sólo tú, aunque es importante tener honestidad contigo mismo/a y saber discriminar entre tus hábitos positivos y negativos.
Recuerda, la rutina basada en hábitos negativos quizás puede darte satisfacción de forma inmediata, pero al final del día te trae molestias externas o desarmonía interior.
Por el contrario, la rutina basada en hábitos positivos, no sólo es uno de tus más grandes aliados en el camino de tu desarrollo personal sino que, además, te asegura un mayor nivel de felicidad en la vida cotidiana. ¿Acaso eso te suena a monotonía?
Naren
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